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El ‘complot’ de Tláhuac

Deberíamos estar acostumbrados a los excesos de López Obrador, pero no deja de sorprender que convierta a una mafia –la de Tláhuac– en víctima, y a quienes desmontaron esa empresa criminal los acuse de mafiosos.

Ahora resulta que los distribuidores de droga, extorsionadores y criminales que operaban en esa delegación eran los buenos, y quienes los apresaron o abatieron son los malos.

El mundo al revés.

Los hechos apuntan a que en Tláhuac había un emporio político-criminal, con muertos, secuestrados, desaparecidos y extorsionados de por medio, y Rigoberto Salgado era la autoridad política: los conocía a todos.

Exigir que se investigue al delegado es una respuesta obvia ante la delincuencia que se desarrollaba en sus narices, y de la que –al menos– parte de su familia no es ajena.

¿Por qué salen López Obrador, Martí Batres y Claudia Sheinbaum a defender al delegado antes de que concluya la investigación?

La posibilidad más delicada es que de ese complejo político-criminal saliera financiamiento para Morena en la Ciudad de México.

Y la más inocente es que defiendan a Salgado porque es militante de Morena y eso lo convierte automáticamente en un político purificado, honesto, como le llamó el propio AMLO.

En Tláhuac se dejó crecer el narcotráfico y otros delitos asociados al desgobierno en esa demarcación, hasta que afortunadamente la Marina, con apoyo de la Policía Federal, entró y en unos cuantos minutos pusieron orden.

Hay indicios serios de que ahí operaba un cogobierno con el narco.

Morena no puede ocultar que el delegado es la autoridad política y su hermano era el líder de una agrupación de mototaxis, responsables de repartir la droga y avisar cuando se aproximaba alguna inspección policiaca o merodeaban sujetos extraños que pudieran ser agentes federales encubiertos.

(No olvidar que cuando tres agentes recorrían Tláhuac para investigar narcotráfico, en 2004, halcones delataron su presencia y fueron linchados y quemados vivos por la población, ante la mirada de un batallón de la Policía. Y el jefe de Gobierno, López Obrador, excusó el crimen con la sentencia de que no hay que meterse con los usos y costumbres del pueblo).

Cuando hace una semana entraron la Marina y la PF a Tláhuac, los mototaxistas incendiaron vehículos de transporte público e intentaron bloquear los accesos al lugar donde se ocultaba El Ojos para permitir su huida, lo que no ocurrió.

El delegado dijo que no se enteró de nada. Eso no es posible en un lugar tan pequeño como el pueblo que es la delegación Tláhuac.

¿Qué defienden López Obrador y su grupo compacto?

Es una lástima que Morena politice una acción indispensable de seguridad en la capital del país, donde anidaban delincuentes peligrosos que tendían a convertirse en un cártel de distribuidores de droga y extorsionadores armados en el sur de la ciudad.

Lo que procede es que la Procuraduría capitalina llame a cuentas al jefe de sector de la Policía –que debió estar enterado de lo que ahí sucedía–, y también al delegado.

Que no le tengan miedo a la presión política que implica la intervención de AMLO y compañía en defensa de su delegado.

¿Hasta dónde llegaban los nexos del delegado y el jefe policíaco con el grupo criminal que amenazaba con apoderarse de una parte de la Ciudad de México?

Parecen evidentes, pero hay que investigar.

Como también son evidentes las intenciones de líderes de Morena al proteger a un delegado que tenía al narco en su casa.

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