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La lección francesa para México

Francia nos ha dado muchas lecciones a lo largo de la historia (más buenas que malas) y en los comicios del domingo dejó una evidente e imitable: deben gobernar las mayorías a través de coaliciones.

Emmanuel Macron, el candidato que obtuvo más votos, alcanzó el primer lugar con 24.01 por ciento de los sufragios. Si tomara posesión en frío, con ese respaldo popular, su gobierno estaría destinado al fracaso.

¿Qué hacen los franceses para evitar un gobierno de minoría y que sea blanco de los partidos rivales, que son mayoría? Una segunda vuelta electoral, previo acuerdo del ganador, o del segundo lugar, con otras fuerzas políticas.

Se trata de una solución a medias, pero nada despreciable.

Adolece de la obligación de construir un programa de gobierno en común.

A los franceses, como diría Borges, “no los va a unir al amor, sino el espanto”.

El espanto de lo que significa para Francia y para Europa ese peligro llamado Marine Le Pen, populista de ultraderecha. Por eso conservadores y socialistas darán su apoyo al centrista Macron en la segunda vuelta.

Sin embargo, no habrá un programa en común que construya mayorías en el Parlamento. Las alianzas serán frágiles y sólo para impedir que Le Pen llegue al Palacio del Eliseo.

Vamos al caso México. En las próximas elecciones presidenciales quien gane lo hará con una votación inferior a 30 o 32 por ciento.

Durante los seis años que siguen viviremos una guerra política en el Congreso que va a paralizar al país, pues así de fraccionados no vamos a llegar muy lejos.

Por eso es interesante la propuesta de Manlio Fabio Beltrones de hacer obligatorios los gobiernos de coalición.

No se trata de una segunda vuelta electoral en frío, que sería un error y le daría un poder inusitado a quien ocupe el tercer lugar. Repartija de cargos y nada más.

La propuesta de Beltrones, y que respaldan personajes como Diego Fernández de Cevallos y Cuauhtémoc Cárdenas, es que si el candidato triunfador no obtiene 42 por ciento de los votos, tendría un mes para hacer coaliciones con otras fuerzas políticas y lograr una plataforma de gobierno compartido que le dé cuando menos ese 42 por ciento de respaldo nacional y mayoría en el Congreso.

En caso de que el candidato que obtuvo el primer lugar no lograra una coalición, vendría una segunda vuelta electoral en la elección presidencial.

Se trata de un nuevo entramado constitucional que aparentemente es complicado, pero –como se ha expresado en este espacio– sería mucho más complicado que un presidente de minoría deba hacer frente a las agresiones que vienen del gobierno de Donald Trump, y a la vez resolver en México las querellas de partidos inconformes porque no están en el gobierno.

Imposible que un gobierno sin amplio respaldo de la sociedad emprenda la tarea de abatir la corrupción que permea a todos los partidos políticos y grupos de poder, grandes, medianos y pequeños.

Imposible que un gobierno de minoría logre iniciar una transformación social que nos encamine por una senda menos inhumana y cruel como la que transitamos, entre decapitados, descuartizados y jueces que exoneran a pederastas con argumentos ofensivos.

Tal vez la ruta de los gobiernos de coalición no sea la panacea y entrañe riesgos, pero estos son menores a las posibilidades de puentes entre quienes piensan diferente.

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