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Oscar Nervegna, 3/4 de siglo corriendo

Tal vez sea cierto aquello de que -todo tiempo pasado fue mejor-, tal vez los adelantos y la tecnología, no sean suficientes para clonar un hombre que desafíe el implacable paso del tiempo. Uno de los casos más publicitados, de como se puede manipular el crecimiento de un ser humano, es el del astro argentino Lionel Messi.

A los 9 años de edad se le practicó un tratamiento de crecimiento hormonal. Pero según dicen algunos, “la pulga biónica”, como es conocido, en clara alusión al tratamiento que este recibió, “Se le ha dopado su vida” dicen algunos, mientras otros agregan que “la hormona del crecimiento (GH growth hormone) también llamada hormona somatotrópica, es una sustancia prohibida en el deporte de competición”.

Mientras tanto el astro argentino continúa vomitando antes de los partidos, cuando se ve expuesto a situaciones de demasiado estrés físico y emocional. Es entonces ahí, donde se plantea la polémica de; ¿Valdrá la pena alterar el cuerpo de un niño, en busca de beneficios que pueden traer consecuencias a largo plazo? Mientras buscan respuestas por doquier, esto sigue sucediendo en España y otras partes del mundo, mientras las opiniones de uno y otro, tratan de justificar a la ciencia, o condenan la práctica de estos tratamientos.

En nuestra ciudad y casi en silencio, un hombre de 74 años de edad con ritmo de maratonista profesional, atraviesa las montañas de Summerlin en busca de un objetivo: mantenerse joven y en buena forma física, a pesar del implacable reloj biológico.

Para conocer sus secretos mejor guardados, hablamos con Don Oscar Nervegna, quien compartió sus comienzos en la práctica del maratón, sus dietas y sus creencias religiosas. “Corro 5 kilómetros dos veces por semana ,y lo alterno con pesas y bicicleta”, nos dice Nervegna, mientras aclara, “Por mis venas corre sangre italiana, de inmigrantes sufridos, que supieron construir su futuro a base de esfuerzos.

Soy de una generación más fuerte y menos contaminada. Cuando era pibe, no existían los productos de bajas calorías, el azúcar sintético y lo orgánico. La única vitamina que le dábamos al cuerpo era el sol que nos quemaba mientras caminábamos por las vías del tren”, dice, mientras continúa evocando sus recuerdos en blanco y negro.

Oscar nació en Avellaneda en 1940, hace casi tres cuartos de siglo, cuando el aire era puro, y una de las pocas diversiones era salir a correr con los amigos del barrio, y quedarse conversando con ellos hasta que oscurecía para luego escuchar el silbido de su padre anunciando que era hora de regresar.

“Yo me inicié en maratón o carreras pedestres con Juan Abad, un vecino que pasaba corriendo todas las tarde frente a mi casa, y me enganchaba con él”, nos dice Don Oscar, que hace una pausa para recordar algunos detalles.

“Cuando ya era más grande, trabajando en un kiosco de diarios frente a la sede de Independiente, conocí a un doctor de nutrición que me animó a correr media maratón de 22 kilómetros, y tiempo después llegué a correrlo completo dando la vuelta a Buenos Aires en más de 42 kilómetros”, agregando con orgullo. “Siempre traté de llevar una vida ordenada, comencé a fumar a los 18 años de edad y dejé el vicio a los 28. Tomo un vaso de vino en las comidas, y de vez en cuando una cerveza”, cuenta Oscar. En la actualidad, Nervegna vende empanadas caseras, cuida a sus nietos mientras sus hijos trabajan, lee la biblia, y mantiene una dieta saludable que incluyen verduras verdes, preparadas con aceite, vinagre y limón. Cuando nos despedíamos, como buen argentino de sangre italiana, se despidió con un beso en la mejilla, un abrazo paternal, y retomó el camino a su orgullosa longevidad. Mientras lo veíamos alejarse nos preguntamos: ¿es necesario estimular el cuerpo de un ser humano, con tratamientos que ayuden a la genética que todos traemos de fábrica, o deberíamos dejar que la madre naturaleza haga su obra en nosotros?

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