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Antes de que miles murieran en Nevada, él era el “Paciente Cero”

Poco menos de un año después de convertirse en el “paciente cero” del brote de COVID-19 en Nevada, Ronald Pipkins sigue luchando contra los efectos persistentes del coronavirus. Se levanta para hacer algo pero se olvida del motivo. Cuando hace ejercicio en la bicicleta durante 10 minutos, le duele el cuerpo durante cinco días. Y le cuesta realizar tareas sencillas.

“Mi cuerpo aún no está preparado”, reveló el marine retirado. “Y eso es algo deprimente porque soy un marine”.

El 5 de marzo, Pipkins se convirtió en el primer caso confirmado de COVID-19 en Nevada y en todo el sistema de VA, según afirman sus médicos. Pasó casi un mes en coma y desarrolló graves problemas respiratorios antes de recuperarse de forma asombrosa, aunque la enfermedad sigue afectándole.

Más de 293 mil personas han dado positivo por el virus en Nevada y casi cinco mil han muerto. El VA del sur de Nevada había atendido directamente a mil 737 pacientes positivos hasta el jueves. De ellos, más del 94 por ciento se ha recuperado.

Pipkins, de 56 años, está en esa categoría, aunque dijo la semana pasada desde su apartamento de una habitación en Las Vegas que le queda un largo camino por recorrer antes de considerarse totalmente recuperado.

“Todavía me queda mucho por curar”, señaló.

La historia de Pipkins atrajo la atención de todo el estado tras su recuperación, y más tarde trabajó con el gobernador Steve Sisolak en anuncios de servicio público sobre la gravedad de la enfermedad. Aún quiere recordarle a los nevadenses los riesgos mortales de contraer el virus.

“La gente debe entender lo difícil que es contraer este virus y lo peligroso que es”, agregó.

Recordando una dura batalla

Y aunque su memoria es borrosa, Pipkins reúne algunas de las piezas que le faltan casi un año después.

“He estado recordando mucho esa época”, comentó, enderezando su camisa de cuello y revelando inadvertidamente la cicatriz de una traqueotomía que los médicos le practicaron para ayudarle a respirar. Mientras hablaba, su boxer atigrada de tres meses, Leia, le lamía la máscara.

Consiguió a la cachorra, que le puso el nombre del famoso personaje de “Star Wars”, como perro de terapia para que le ayudara a sobrellevar los efectos a largo plazo de la enfermedad de la que apenas sabía nada hasta que estuvo a punto de morir.

Al momento en que enfermó, Pipkins trabajaba para la Administración de Veteranos (VA) en una oficina de finanzas junto al Aeropuerto Internacional McCarran y conducía para Lyft la mayoría de las tardes. El nuevo coronavirus era entonces una amenaza ominosa pero lejana que asolaba Asia.

Enfermó durante un viaje a Washington para visitar la futura escuela de su hijo Ron Jr. en el centro del estado. Durante una escala en Seattle, Pipkins fue a un pub y jugó blackjack, que es donde cree que contrajo el virus.

“Si hubiera habido información para tener cuidado cuando se viaja, para llevar una máscara, lo habría hecho, y habría estado en ese casino con una máscara puesta”, señala. “Pero ese no era el protocolo”.

Cuando llegó a casa, Pipkins se sentía aletargado. Era Cuaresma y se había propuesto hacer ejercicio cada día, pero le costaba hacer flexiones y perdió rápidamente seis libras.

No recuerda haber ido a trabajar el 2 de marzo, el día en que se internó en el hospital de veteranos de North Las Vegas. Fue una decisión que cree que le salvó la vida.

Cuando llegó, tenía fiebre, su respiración era dificultosa y sus niveles de oxígeno eran bajos.

“Creen que se trata de una neumonía”, le dijo Pipkins a su hija Jaela, que ahora tiene 20 años.

Pipkins dijo que no sintió miedo hasta que lo llevaron en silla de ruedas a una habitación del hospital. Una amiga, Tina, se acercó y juntas rezaron por su salud y seguridad.

Y eso es lo último que recuerda.

Un mes de coma

Más tarde, su fiebre subió a 107 grados (f), lo que llevó a los médicos a trasladarlo a la unidad de cuidados intensivos y a hacerle pruebas para detectar el coronavirus. Inicialmente, lo trataron de forma similar a como lo harían con el Ébola o el SARS, confesó el doctor Myron Kung.

Pipkins fue tratado en el hospital durante casi una semana antes de ser trasladado a la unidad de cuidados intensivos para su aislamiento. Eso significó que 47 miembros del personal (la mayoría de los cuales aún no tenían el equipo de protección adecuado para tratar el virus) tuvieron que permanecer en cuarentena durante dos semanas después de su diagnóstico.

“Se convirtió en un calvario increíble”, mencionó Kung. “A partir de ahí, todo se empezó a empeorar”.

El 7 de marzo, los médicos llevaron el respirador que ayudaba a Pipkins a respirar a su nivel más alto, lo que suele ser una señal de que un paciente está perdiendo la batalla contra una enfermedad respiratoria.

Más tarde, le pusieron en coma inducido médicamente para conservar la energía que necesitaría para luchar contra el virus.

Durante dos semanas, Jaela Pipkins observó cada día la lucha de su padre por respirar a través de una mampara de cristal. Después de eso, el hospital instituyó una política de no visitas para evitar la propagación del virus.

“Fue realmente emotivo que él no supiera que yo estaba allí, ver cómo pasaba todo en cámara lenta y no poder hacer nada”, dijo sobre la montaña rusa emocional. “Todos los días entraba allí, sin saber si me iban a decir que había fallecido o no”.

Pipkins dijo que, mientras estaba en coma, creía que hacía una vida normal. Creía que se había trasladado a Alaska para estar cerca de la familia y que había conseguido un trabajo en otra oficina de la VA. Estaba consciente en ciertos momentos de marzo, escribieron sus médicos, pero no estaba realmente al cien por ciento.

“Cuando cerraba los ojos, me despertaba de nuevo en lo que creía que era la realidad. Seguí en este coma viviendo una vida completa”, mencionó Pipkins. “Pero hacia el final, se volvió muy oscuro y muy demoníaco”.

Recuerda una escena recurrente, en la que observaba cómo un barco del casino que estaba desatacado explotaba.

En su mente, le gritó a Dios.

“¡Llévame lejos, llévame lejos de esto!”, recuerda haber rezado.

Fue entonces cuando se despertó.

Un espíritu fuerte

Debido a sus persistentes síntomas, Pipkins no ha vuelto a trabajar y ha estado recibiendo subsidios de desempleo. Está trabajando en un libro sobre su lucha contra el COVID-19 y su recuperación. Califica de héroes a los médicos que lo atendieron y agradece a Jaela todo lo que hizo por él mientras estaba incapacitado.

El doctor Jason Dazely comentó que es un misterio cómo algunos componentes del sistema inmunitario permitieron a pacientes como Pipkins sobrevivir.

“Es el primero en Nevada, y también estamos agradecidos de haber tenido la oportunidad de ser partícipes de su cuidado”, añadió Dazely. “Y luego continuar con el seguimiento de él como un paciente COVID de larga duración y seguir viendo a fortalecerse”.

Kung dijo que el personal del VA Medical Center experimentó numerosos éxitos similares a la recuperación de Pipkins al principio de la pandemia, pero también se enfrentó a muchas tragedias más tarde.

“Al principio nos dio mucho optimismo. Pero hemos tenido que lidiar con mucha de nuestra, ya sabes, tristeza y dificultades hacia la última parte. Pero aún conservo ese optimismo”, mencionó.

Los médicos alegan que también han aprendido mucho durante la pandemia en lo que respecta a la adaptación de los tratamientos para combatir mejor el coronavirus.

Kung dijo que la forma en que los médicos prestan atención a los pacientes ha cambiado drásticamente debido a todo el equipo de protección que deben llevar. Recordó el día en que Pipkins salió del hospital en silla de ruedas y el personal se alegró.

“No me reconoció, y eso que lo había visto todos los días durante casi 30 días, más que a mi mujer”, dijo Kung. “Pero es uno de los pacientes que recuerdo mucho. Creo que todo el centro lo recuerda porque fue un reto muy importante para nosotros como equipo”.

Tras su regreso a casa, Pipkins pasó el siguiente Día del Padre, Acción de Gracias y Navidad con sus hijos. Jaela Pipkins señaló que aprendió a hablar más con sus seres queridos con más frecuencia.

“Y mucha gente estaba ‘molesta’ con mi padre por haber traído el coronavirus a Nevada y a Las Vegas”, comentó. “Pero me gustaría que se hiciera más (antes de marzo) para que la gente no tuviera que morir”.

Pipkins dijo que no está aquí por accidente y atribuye a su fe en Dios el haberle sacado de “la oscuridad”.

“Mi espíritu era fuerte, y mi fe me mantuvo. Así que, durante el resto de mi vida, siento que es mi deber decirle a la gente lo grande que es Dios”, aseveró.

El miércoles, volvió a entrar en el hospital de veteranos. Pero esta vez, recibió la primera dosis de la vacuna contra COVID-19.

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