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Conductora ebria sentenciada a al menos a 51 años por matar a 3 adolescentes

SANTA ANA, California — Una conductora ebria condenada por asesinato en segundo grado, fue sentenciada el jueves a por lo menos 51 años de prisión por causar un trágico accidente en 2018 en Huntington Beach que mató a tres adolescentes de Las Vegas e hirió gravemente a otro.

“Para resumir esto en una oración, esta es una tragedia de proporciones épicas”, describió el Juez del Tribunal Superior del Condado Orange, Gary Paer. “Las familias de las víctimas están sufriendo, la familia de la acusada está sufriendo, no hay palabras para resumir adecuadamente este terrible suceso”.

Bani Duarte, de 29 años y madre de cuatro hijos de San Clemente, California, está bajo custodia desde abril de 2018. Los miembros del jurado deliberaron durante menos de dos horas el 1º de octubre antes de condenarla por tres cargos de asesinato en segundo grado y un cargo de conducir bajo la influencia del alcohol causando lesiones. Su juicio había durado poco más de una semana.

“Entiendo que me odien, ojalá estuviera muerta”, expresó Duarte el jueves, volviendo a ver a las familias de las víctimas. “Quieren que sufra y solo quiero decir que lo siento de verdad y tal vez algún día me perdonen. Lo que digo viene del corazón”.

Después de una audiencia que duró unas cuatro horas, Paer impuso la máxima sentencia de 51 años a cadena perpetua. Diez familiares de las víctimas hablaron, y al final de la emotiva audiencia, incluso el fiscal Daniel Feldman estaba llorando.

Poco antes de la 1:10 a.m. del 29 de marzo de 2018, después de una noche de bebida, Duarte bajó a toda velocidad por la autopista de la Costa del Pacífico acercándose a la intersección con la calle Magnolia, donde cuatro estudiantes de Centennial High School iban en un Toyota Corolla rojo, esperando la luz verde.

A casi 80 millas por hora, el Hyundai Sonata de Duarte chocó contra la parte trasera del Toyota, empujando al coche a través la intersección y chocar contra un poste antes de que estallara en llamas. Las autoridades han estimado que Duarte tenía al menos nueve bebidas en su organismo al momento del choque.

Brooke Hawley y Albert “A.J.” Rossi Jr., ambos de 17 años, y Dylan Mack, de 18, fallecieron. Alexis Vargas, el único sobreviviente, fue hospitalizado con quemaduras y una conmoción cerebral.

“Este juicio no fue sobre la acusada”, dijo el padre de Brooke, Aaron Hawley, el jueves mientras se dirigía a la sala y a la mujer que mató a su hija menor. “Se trata de tres jóvenes adultos que no hicieron nada malo y pagaron el precio final porque una persona irresponsable decidió que ella era más importante que nadie sobre la faz de la Tierra”.

El nivel de alcohol en la sangre de Duarte dos horas después del accidente era de 0.28 por ciento, más del triple del límite legal para los conductores en California. Los datos tomados de su auto por la policía de Huntington Beach mostraron que en ningún momento presionó el pedal del freno antes del choque.

“Avergonzada y arrepentida”

“Brooke ha estado muerta durante 700 días hoy. He extrañado a mi hija por 700 días”, destacó Aaron Hawley, concluyendo su declaración. “Te odio tanto por lo que le hiciste a mis hijos, a mi familia”.

Esos 700 días también han tenido un costo físico. La madre de Dylan, Renee Mack, dijo que perdió 40 libras, y Albert Rossi Sr., el padre de A.J., sufrió un ataque al corazón tras la muerte de su único hijo.

El hombre tenía 50 años cuando tuvo a A.J. Dijo que siguió intentándolo hasta que finalmente tuvo un hijo que sería “arrancado de él” solo 17 años después.

“Soy un marine veterano de combate de Vietnam que luchó por este país”, le comentó a Paer. “Vietnam fue un infierno, pero comparado con esto, fue un paseo por el parque”.

Era evidente el jueves que las vidas de estas familias estaban entrelazadas desde hace mucho tiempo, incluso antes del accidente. Dylan, Brooke y A.J. crecieron juntos, pasando la mayor parte de su tiempo libre entre las casas de todos ellos.

“Dylan, mi niño, lo vi crecer a lo largo de los años. Me volvía loca, pero yo amaba a ese niño”, describió la hermana mayor de A.J., Allie Rossi. “Pasaron algunos momentos locos juntos. Brooke era la pelirroja más linda que puedo recordar. Los tres se merecían mucho más, y cada uno de ellos tenía su propia cantidad de potencial irradiando a través de ellos. No es justo”.

Hasta el jueves por la tarde, Duarte había evitado el contacto visual con las familias de las víctimas. Durante la audiencia de una hora y durante el juicio de septiembre, Duarte a menudo mantuvo la cabeza agachada, apenas moviéndose en su asiento durante el proceso judicial.

Pero cuando le tocó hablar el jueves, sollozó.

“Estoy avergonzada y arrepentida, arrepentida de las acciones que hice el 29 de marzo de 2018”, dijo, llorando. “Esta tragedia no solo afectó a su familia, sino también a la mía, y es algo con lo que tengo que vivir el resto de mi vida”.

Según Feldman, el fiscal principal del caso, uno de los niños pequeños de Duarte había escrito una carta al juez antes de la sentencia, en la que le decía que estaba “siendo una buena chica” para que su madre pudiera volver a casa.

“Cruzando la meta”

“Espero que sus hijos se curen al aceptar el hecho de que su madre valoró el alcohol más que sus vidas esa noche”, le mencionó la única madre del adolescente sobreviviente, Kitzia Andrade, a Duarte el jueves.

Vargas, quien ahora tiene 18 años y es estudiante del College of Southern Nevada, no asistió a la audiencia de sentencia. Andrade dijo que su hijo no ha sido el mismo desde el accidente, preguntándose todos los días por qué sobrevivió.

A diferencia de los otros padres, Morgan y Renee Mack conocían el juzgado del Condado Orange en Civic Center Drive mucho antes del accidente. Hace casi dos décadas, la pareja luchó y ganó la custodia de su hijo, Dylan, dentro de una sala de tribunal en el tercer piso.

“Es irónico que la historia de Dylan conmigo, y sus primeros años, comenzó aquí, en la Corte Superior de Santa Ana, y ha terminado aquí”, apuntó Morgan Mack. “Dylan entró en mi vida cuando tenía unos dos años”.

Después de ganar la custodia completa, la familia se mudó a Las Vegas para empezar de nuevo, para dejar atrás los amargos recuerdos de California.

Dylan estaba a pocos meses de terminar la preparatoria cuando murió. El único regalo que le había pedido a su padre era una adopción adulta, pero murió antes de que finalizara.

Aún así, Morgan Mack dijo, “Soy el padre de Dylan”.

Más tarde, al salir de un juzgado que le cambió la vida dos veces, le dijo al Review-Journal, “parece que finalmente cruzamos la línea de meta”.

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