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¿Está su hijo o hija en riesgo? Parte II

Angie Amico, es psicóloga con la especialidad en infantes, por 18 años se ha dedicado a atender a familias cuyos niños han sufrido de diversos abusos; verbal, físico, cibernético y sexual, que en la mayoría de los casos es un familiar del menor quien lo está cometiendo, ella tuvo una conversación con El Tiempo para conocer más sobre esta problemática.

Actualmente directora de Salud Mental en el centro de bienestar Alta, Amico mencionó que en la cultura hispana, la forma de crianza y corrección a un niño incluía un “cinturonazo”, eso con las leyes de Estados Unidos ya es considerado abuso. Hay padres que no se dan cuenta que un grito o un insulto también es abuso, “esos son los casos más leves, por desconocimiento”.

El niño procesa esa información como de “no valgo nada” si el padre o madre se lo está repitiendo, es una forma de pensar que va a adoptar, se empieza a crear ansiedad, depresión, conductas de rebeldía y otros problemas de salud mental.

Fuera del círculo directo, (padres e hijos), se debe enseñar al niño a tener la confianza de hablar sobre cualquier cosa. Un abusador amenaza al niño, “si hablas te vuelve a pasar, o los manipula de una forma que les hace pensar que ellos fueron culpables, si es un familiar o un conocido el niño no sabe como reaccionarán los papás, si fue un tío quien los tocó maliciosamente”, explicó la psicóloga.

Si se hace la costumbre de conversar en familia, de hablar sobre: calificaciones, situaciones del día, opiniones sobre cualquier tema, se está desarrollando una confianza, que en caso que el niño se enfrente a un abuso sexual, pueda hablar del tema. Por el vínculo que ya se desarrolló previamente.

“Al niño hay que creerle, aunque este mintiendo, hay una razón, algo que está pasando lo que provoca la mentira, busca una atención. Se debe de hablar a la policía y evitar que el abusador tenga contacto con el niño. Si no le creen, él va a pensar que está solo y va a seguir sucediendo el abuso, afecta el hecho que los papás no le creyeron, es una carga”, expresó Amico.

En el escenario donde no hay una comunicación verbal, hay otros síntomas que debe tomar en cuenta dependiendo la edad del menor. Si al niño le gustaba visitar al tío, y ya no. Llora, grita que no quiere ir es una señal. Menores de ocho años se orinan al pensar que si son desagradables no les van a tocar.

Debe prestar atención a nuevas palabras sexuales en el vocabulario del niño, si el abusador uso ciertos términos que los menores no entendieron, ellos van a preguntar y tener curiosidad en temas de sexualidad, ¿esto de dónde vino, de una clase en la escuela en el mejor de los casos o por un abusador?.

Después de un abuso los adolescentes varones se aíslan y son agresivos, por el ego natural de hombre al ser agredidos por otro de su mismo género, una mujer adolescente se puede volver promiscua, como reacción ya que fueron expuestas al sexo.

Cuando el abusador tiene una posición de autoridad sobre el niño, como es el caso de un maestro o entrenador, que comúnmente también cuentan con la admiración de sus alumnos, “se caen de ese pedestal a los ojos del niño, que no sabe cómo reaccionar por ese respeto y muchas veces justifica a su abusador, con frases de solo paso una vez”, ejemplificó Amico.

En un caso así se requiere más tiempo para que el menor lo procese, “el niño va a pensar que ellos tuvieron la culpa o que inclusive incitaron al abusador por alguna mala interpretación, en estos casos pasa hasta tres veces antes que el niño se dé cuenta, reaccione y hable”.

La inocencia no se va a recuperar, pero por medio de una terapia con un profesional se puede prevenir la perversión, volver a la normalidad y evitar re-victimizar. Impulsar una superación como un evento en la vida, algo difícil que duele, pero que ya pasó. La persona que abusó es la que tiene el problema, no el niño, ellos no tuvieron la culpa. Con información de Angie Amico.

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