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Jóvenes sin empleo: una crisis que persiste

Es la cara B de la llamada generación del milenio: tanto en las economías emergentes como en las primeras potencias, tanto con estudios como sin, los jóvenes arrastran niveles de desempleo mayores al resto de la población. Mientras la recesión se aleja de las economías nacionales, el problema persiste entre los jóvenes. A expertos, políticos y empresarios les cuesta encontrar soluciones para evitar que los nacidos en los años 80 y 90 pasen a la historia como “la generación perdida”. “El desempleo juvenil presenta grandes parecidos en muchos países”, explica en Nueva York Kevin Grant, que coordinó durante el último año a 21 jóvenes periodistas que retrataron este problema desde 11 naciones. “La gente joven sin perspectivas laborales tiende a hacer lo mismo. Pierden la esperanza, están muy descontentos con lo que pasa a su alrededor y suelen organizarse para protestar”.

El desempleo en menores de 25 años se situó el año pasado en un 16.5% en los 34 países que forman la OCDE. Eso es 2.5 veces más que el resto de la población y casi cinco puntos más que antes de la crisis. El problema, sin embargo, es de mayor envergadura. Por un lado están los jóvenes que ni estudian, ni trabajan, ni buscan empleo; y también los que trabajan en puestos de menor calificación de la que merece su título académico. Por otro lado, se le suman los cerca de 260 millones que esperan en sus casas de países en vías de desarrollo . Se habla, pues, de cerca de 300 millones de jóvenes en el mundo en esta situación.

Haber estudiado ya no implica encontrar trabajo, dice Blair Taylor, directivo de la fundación Starbucks. Taylor participó este fin de semana en unas jornadas, organizadas por International House y The Ground Truth Project, que abordaron en Nueva York el problema global del desempleo juvenil. “Estos jóvenes pierden la esperanza y, si fueron a la universidad, acumulan deudas”, añade el representante de la multinacional cafetera.

Es un problema global porque tiene causas globales. “Las nuevas generaciones tienen de frente a dos tsunamis: la globalización y la tecnología”, advierte Fareed Zakaria, doctor en Derecho por Harvard y divulgador estrella en varios medios de comunicación de EE.UU. Siempre habrá un trabajador con la misma productividad pero con un salario inferior en otro país del mundo –razona Zakaria- y siempre habrá una innovación tecnológica que ponga en jaque a un empleado tradicional.

La cifra se recrudece en las economías emergentes porque son las que crecen a mayor velocidad y las que están menos envejecidas. En Latinoamérica casi un cuarto de la población joven está inactiva o desempleada, según cálculos de organismos internacionales. Lo que –según los expertos- pasa en todas partes es la falta de encaje entre lo que los jóvenes estudian y lo que las empresas buscan. Solo un 43% de los contratantes de EE.UU., México y siete países más dice encontrar suficientes profesionales preparados para sus puestos elementales, según un estudio reciente de la consultora McKinsey.

Una brecha entre la formación y la empresa

“Las firmas invierten menos y menos dinero en formar a sus empleados”, acusa una de las responsables de desarrollo de la Fundación Clinton, Madhuri Kommareddi. Un analista de la financiera JP Morgan Chase, Chauncy Lennon, lo ve más claro todavía: “Las compañías han dejado de buscar trabajadores para sus puestos básicos y están contratando a profesionales con experiencia y que les aporten menos riesgo”.

Por eso, en las jornadas Generación sin trabajo, los expertos urgieron un cambio en la formación que reciben los jóvenes, tanto dentro de las aulas como fuera. Pidieron una mayor adaptación de los currículum a las demandas empresariales y mejor entrenamiento de los noveles en el funcionamiento del mundo laboral. Creen que pierden oportunidades porque desconocen que existen y porque no tienen contactos en el ámbito empresarial.

Por eso los analistas, políticos y empresarios, especialmente los estadounidenses, recomiendan buscar pasantías y prácticas de verano. “Para aprender, no hay otro sustituto que no sea hacer, en vez de solo escuchar a alguien hablar sobre cómo hacerlo”, destacó el presidente de la entidad civil National Urban League, Marc Morial. Eso sí, una pasantía no acaba muchas veces en un contrato de trabajo, matiza Shawn Powers, que desde el MIT coordina programas de acceso al mundo laboral en varios países.

“En el futuro las empresas serán más pequeñas, habrá más autoempleados y más emprendedores”, pronostica Allen Blue, vicepresidente de la red profesional LinkedIn. Pero lo cierto es que muchos jóvenes emprendedores fracasan. No hay, por lo tanto, consenso en las fórmulas. Los graduados sin empleo necesitan soluciones distintas que los que no llegaron a la universidad, y los incentivos económicos para que las empresas contraten a menores de 25 años todavía tienen que demostrar su efectividad.

“El desempleo juvenil tiene efectos económicos, políticos e incluso de seguridad nacional”, alerta el representante de Starbucks, empresa que financia los estudios a algunos de sus empleados. En eso sí hubo consenso, en que la generación de trabajadores jóvenes sigue encallada en su particular crisis. Los últimos en llegar al mundo laboral siguen sin ser los primeros en encontrar trabajo.

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