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Se acabó el chantaje, viene la batalla

La SEP ya cruzó el Rubicón y ahora no hay más camino que dar la batalla contra la CNTE.

Nadie espera que sea fácil, pues los miembros de la Coordinadora todavía cuentan con capacidad de movilización y de hacer daño, especialmente ahora que se les ha puesto un alto definitivo al quitarles la plaza a los paristas consuetudinarios.

Lo más probable es que se tomen carreteras, aeropuertos, estaciones de radio y traten de ahogar económicamente a los comercios de Oaxaca, Chiapas, Michoacán y Guerrero.

Ese ha sido su modo de operación a lo largo de muchos años y no tienen por qué cambiar la estrategia ahora que los han cesado.

Y en la capital del país van a presionar con el recurso de incomodar a la ciudadanía con bloqueos y plantones a fin de que se ejerza presión contra las autoridades y éstas busquen algún tipo de pacto con la CNTE.

Pero si el gobierno se echa para atrás en ésta y regresa a las mesas de diálogo para que le tomen el pelo, entonces nunca nos vamos a quitar de encima a ese grupo que delinque y ha arruinado a generaciones de niños de escasos recursos.

La sociedad tendrá que poner su parte, pues millones –sí, millones– de niños y adolescentes han sido víctimas de la Coordinadora y sus constantes huelgas, que los han condenado a la ignorancia y a enfrentarse a la vida en inferioridad de condiciones.

En Oaxaca los maestros no daban clases buena parte del año, y los alumnos pasaban de curso en virtud de un “acuerdo político” entre la dirigencia sindical y la autoridad educativa estatal (el IEEPO), que tenían controlada.

De esa manera los niños, millones de niños, estaban condenados a la pobreza de manera irremediable, porque no tenían clases y en consecuencia no aprendían nada.

Pensar que con la reforma educativa todo va a cambiar y los niños tendrán educación de calidad, es un error. Falta la capacitación de los docentes y el mejoramiento de las instalaciones escolares.

Sin embargo, algún día había que empezar a poner orden y que los profesores, por lo menos, acudan a dar clases. Que ganen las plazas por concurso y asciendan según su desempeño en el aula.

El anuncio del despido de los más de tres mil maestros es una buena noticia, pues ninguno de ellos merece estar delante de un grupo en la impartición de clases.

¿Qué iban a aprender los estudiantes de maestros que son expertos en plantones, en preparar y lanzar bombas molotov, en apalear policías y pintarrajear oficinas públicas?

Muy bien que se les aplique el castigo máximo que es quitarles la plaza. Si no quieren dar clases ni están preparados para ello porque su especialidad es el desorden y el chantaje, que le dejen su lugar a otros.

El SNTE ha respondido con lealtad para llenar las plazas vacantes, someterse a evaluaciones y a los exámenes necesarios para que sus integrantes asciendan por méritos académicos.

Tenemos maestros con disposición y capacidad. Son la mayoría.

Pero hay que aguantar la embestida final de la CNTE. Y esa la tienen que resistir el gobierno y la sociedad. Ambos van a ser presionados y chantajeados por un grupo minoritario, pero violento y manipulador.

Ahora es cuando.

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