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A la hora de la verdad, AMLO tuvo miedo

José Antonio Meade puso un tema crucial en la mesa de sus contendientes que –salvo Zavala– rehuyeron el debate con una frescura que debería llamar la atención de los votantes: la situación patrimonial de cada uno de ellos.

Cuánto tienen, de qué han vivido y cómo andan con el fisco.

Es el punto nodal de esta campaña, la corrupción, y ni Anaya ni López Obrador quieren tocar el tema cara a cara.

Es muy fácil envenenar el ambiente nacional como ha hecho López Obrador durante años con la acusación de que todos son corruptos menos los que están con él.

Y cuando otro candidato lo encara y reta a un debate entre los cuatro sobre su patrimonio, le saca la vuelta.

Para López Obrador ese debate, que mostraría de qué viven, de qué han vivido y qué tienen los aspirantes a la presidencia, es “una provocación”.

¿Qué pasó? ¿No que todos son corruptos menos él y los suyos?

Otro candidato le dice veamos tus cuentas y las mías delante de la ciudadanía, y lo considera una provocación. Se echa para atrás.

Lo de Meade no es un desplante de una persona en busca de notoriedad: él, AMLO, Anaya y Margarita quieren ocupar la presidencia de México.

¿No tenemos derecho a saber cómo hicieron su patrimonio?

Es el debate nodal de esta campaña, y a la hora de la verdad el todavía puntero se rajó.

¿No que todos eran corruptos? ¿A ver? ¿De qué han vivido tú, Meade, Anaya y Zavala?

De Anaya sabemos muy bien por qué declinó debatir sobre ingresos y bienes: le vendió una nave industrial en 54 millones de pesos a un chofer que se fondeó en paraísos fiscales.

Entendido, se comprende que no quiere hablar del tema, pues le perjudica y dar explicaciones en público de asuntos de dinero es muy complicado.

Pero AMLO, ¿qué esconde?, ¿por qué el miedo?

Su respuesta debió provocar el reclamo de sus propios seguidores: “No me voy a enganchar en ningún debate. Que se ahorren sus provocaciones”.

¿No que estaban muy enojados con el dinero mal habido de los políticos?

Que diga López Obrador de qué ha vivido todos estos años, cuáles son sus bienes y cuánto ha pagado al fisco.

El señor no aspira a dirigir una empresa ni a encabezar un club social: quiere ser presidente de la República y se niega a poner sobre la mesa sus cuentas personales.

Si él está tan limpio, ¿por qué el miedo?

Y si ha acusado a todos de corruptos, ¿no era esta una oportunidad de oro para exhibir a Meade delante de la nación?

Lo que demuestra AMLO con este escapismo para no hablar cara a cara sobre su patrimonio y el de sus contrincantes, es la raíz de su fundamentalismo mesiánico.

Aquello que está sucio se purifica con su cercanía.

En su arranque de campaña dijo en Ciudad Juárez que en su equipo no habrá personas con antecedentes de enriquecimiento ilícito.

¿Ah, sí? ¿Y por qué tiene en los primeros lugares de la lista al Senado a Napoleón Gómez Urrutia?

Napoleón jamás ha trabajado en una mina en su vida. Sólo heredó el liderazgo sindical y se fue con 55 millones de dólares de los trabajadores a vivir a todo lujo en Canadá.

Obviamente es más sencillo ocultar ese dato que hablar del tema francamente, ante un candidato opositor.

López Obrador no quiere hacerse responsable de las acusaciones que ha esparcido por años en todo el país, y prefiere rehuir el debate sobre su tren de vida cuando lo encara otro candidato.

-Todos mis adversarios son corruptos.

¿De veras? ¿Y tú, cómo andas? Vamos a debatir del tema abiertamente.

-No voy a caer en sus provocaciones.

Ahí está, exhibido el que con índice flamígero acusaba a todos de corruptos.

Ese dedito se lo tuvo que guardar.

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