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Aquí entre nos

Las actitudes racistas causan problemas en todas partes del mundo. Actualmente existen incontables tensiones étnicas alrededor del planeta: entre chinos y tibetanos, palestinos e israelíes, españoles y norteafricanos, gringos y latinos, iraquíes y kurdos, negros contra caucásicos y viceversa en Sudáfrica.

Para no irnos muy lejos, en México, por generaciones se ha tratado a la población indígena, cual si perteneciera a un linaje inferior, marginalizada por los blancos quienes se apropiaron -entre otras cosas- de sus tierras. Y en el caso de los Estados Unidos, no por tener un presidente afroamericano, se ha dejado de discriminar contra la gente de color.

De hecho, hace unos meses los líderes comunitarios de New York acapararon la atención de las noticias nacionales en protesta contra la leystop and frisk (parar y cachear, si tradujéramos la expresión literalmente). Bajo el amparo de esta disposición, la policía neoyorquina tiene el derecho de sujetar e interrogar a cualquier individuo que considere sospechoso.

En múltiples coberturas televisadas por CNN, los líderes reclaman que no es pura coincidencia el que los hombres hispanos y negros sean el blanco frecuente de este escrutinio policial, a menudo arbitrario. En fin, hasta en la República Dominicana, una media isla en las Antillas habitada mayoritariamente por personas de piel oscura, se discrimina a los haitianos por ser prietos.

Para buscar soluciones al problema del racismo se han creado un gran número de organizaciones internacionales. Entre ellas, sobresale por su renombre y prestigio global, The United Nations Educational, Scientific &Cultural Organization, conocida comúnmente como la UNESCO.

Según la UNESCO: “Las teorías de diferenciación racial son científicamente falsas, moralmente condenables, socialmente injustas y peligrosas, y no existe justificación alguna, teórica ni práctica, en ningún lugar, para la discriminación racial.” Partiendo de este entendido, la susodicha entidad desarrolló un modelo anti-racismo aplicable a la realidad de las ciudades latinoamericanas en octubre del 2006. Este modelo fue adoptado originalmente por La Habana (Cuba), Morón (Argentina), Panamá (Panamá), Quito (Ecuador), Port au Prince (Haití), Santo André (Brazil), Valparaiso (Chile) y Montevideo (Uruguay). Desde entonces, otras 200 ciudades se han sumado a este esfuerzo, incluyendo la ciudad de Santo Domingo (República Dominicana) donde nací y la cual visité recientemente.

Durante mi visita fui testigo de un caso de stop and frisk a la criolla. Un guardia de seguridad le cortó el paso agresivamente a un muchacho de rasgos negroides, quien caminaba por la acera de enfrente. ¡Por poco lo arrolla con la motocicleta que conducía cuando se le atravesó! El joven iba vestido con pulcritud y no hizo ningún gesto brusco ni cualquiera otra cosa que llamara la atención. Tras algunas preguntas que el interrogado respondió con acento patois (dialecto derivado del francés y mezclado con lenguas africanas), el guarda lo dejó ir.

Al pasarme por el lado, escuché al muchacho decir algo entre dientes. Y eso fue todo, no protestó audiblemente, aunque si hubiera querido rebelarse no le habrían faltado razones, por el contrario, le habrían sobrado motivos. Y explico por qué. Para empezar, en Quisqueya no existe una legislación similar a la estadounidense que justifique detener a cualquiera solo por parecer “sospechoso”.

Luego, en vista de que los vigilantes privados no tienen jurisdicción sobre las vías públicas, el motociclista carecía de asidero legal para cuestionar al haitiano. Y por último, ¡el chico no había hecho absolutamente nada, salvo pasar por la acera de enfrente! Por desgracia, esta clase de incidentes son muy frecuentes en Dominicana.

Documentados o no, a nuestros vecinos haitianos se les dificulta acceder a las playas, a las discotecas, a los autobuses, así como al simple derecho de pasearse con tranquilidad por las calles dominicanas. El conflicto racial entre las dos naciones no ha cedido, a pesar de los diferentes pactos internacionales a los cuales ambas se han suscrito.

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