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El orgullo herido

Mientras en otros países salen a los balcones a aplaudir a sus héroes anónimos que se juegan la vida e impiden muertes por la expansión de la pandemia, aquí se nos ponen los pelos de punta cuando habla la máxima autoridad sanitaria del país, Hugo López-Gatell.

Qué dolor, porque México ha tenido por muchas décadas a varios de los mejores sanitaristas del mundo, y en esta crisis somos cuidados por un médico que se dobló y endulzó el oído del Presidente en lugar de tranquilizar a la ciudadanía.

En los noticieros de distintas partes del mundo México es visto como desde hace años habíamos dejado de ser: un objeto de curiosidad. Risas.

Nuestra autoridad médica no tiene ninguna credibilidad, lo que abre la puerta a que en redes circulen todo tipo de consejos e hipótesis apocalípticas que aumentan el pánico.

Las explicaciones más claras provienen del exterior, cuando aquí tenemos especialistas extraordinarios. Ante la falta de credibilidad en nuestras autoridades sanitarias, crece el temor, la incertidumbre, la sensación de que estamos solos.

Eso lo provoca un médico que ha politizado la epidemia y un Presidente que sigue peleando contra ‘conservadores’, cuando es momento de unidad para defendernos de ‘un extraño enemigo’ llamado coronavirus, con prudente temor, pero sin histeria.

El presidente de la Organización Mundial de la Salud apremia a que se hagan la mayor cantidad posible de pruebas de coronavirus porque “la pandemia no se puede parar si no sabemos quién está infectado”.

Y aquí se prohíbe a los laboratorios privados realizar los exámenes. Sólo los laboratorios estatales de salud pública pueden hacerlos, y en la CDMX al ABC de Observatorio y el Hospital Ángeles de Interlomas.

El anciano de Iztapalapa tiene que ir a Interlomas y la señora de las barrancas de la alcaldía Álvaro Obregón debe dirigirse al hospital inglés de Observatorio.

¿Por qué? ¿Para qué se reporten menos casos y si hay muertos que sea por influenza, paros respiratorios, o por qué?

La ONU advierte que si no se frena la propagación del coronavirus habrá “millones de muertos”, y aquí se hace exactamente lo contrario que se recomienda en el resto del mundo.

Tal vez aquí tengamos al siguiente premio Nobel de Medicina, Hugo López-Gatell, que doblegó la pandemia con abrazos, besos, concentraciones multitudinarias y restringiendo las pruebas, y no lo sabemos.

Ojalá sea el caso, pero si no es así, pagaremos por el populismo que no escuchó a los expertos.

En Italia no hicieron caso del “prudente temor” en los días pico del periodo de infestación y ahora tienen más muertos que en China por el coronavirus. Una vergüenza que el responsable de controlar la epidemia diga que el Presidente “no tiene fuerza de contagio, sino fuerza moral”. Agregó otra barbaridad: sería bueno que AMLO se contagiara de coronavirus porque así quedaría inmune.

AMLO en lugar de ser un ejemplo para la población, sale con la vacilada del trébol de la suerte, parece que no le interesa la salud de la población.

¿Exagero con esto último?

Con el coronavirus dando la vuelta al mundo y un nuevo sistema de salud –Insabi– en el que ‘todo es gratis’, la secretaría ‘ahorró’ casi 60 por ciento de lo que debió gastar enero de este año.

La economía, de por sí muy mal sin coronavirus, ahora va literalmente a pique.

El Bank of America estimó que la economía mexicana caerá este año -4.5 por ciento. Ya estábamos en el suelo: -0.2, y ahora caeremos -4.5 por ciento.

Eso significa menos empleos, menos ingresos, mayor empobrecimiento general, quiebra de empresas y mortandad de Pymes. E inseguridad, desde luego.

¿Qué medidas ha tomado el gobierno?

Ninguna. Nada de lo que sí han hecho otros países para apoyar a la planta productiva y proteger el empleo. Bajar impuestos, diferir intereses en préstamos e hipotecas, descuentos en luz y gas, recursos para solventar la nómina en empresas que deben parar.

Ni una medida concreta hasta ahora.

Una pena lo que sucede con México. El orgullo de gran país, que lo es, se encuentra herido.

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