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El padre de la mentira

En Ecatepec, en una misa multitudinaria, el Papa Francisco retrató al “padre de la mentira”. Dijo: “es aquel que busca separarnos, generando una sociedad dividida, enfrentada”.

Aquí tenemos a un “padre de la mentira”, que ha hecho de la polarización de la sociedad el método para destacar en política y abrirse paso en su denodada ambición de poder: Andrés Manuel López Obrador.

Desconocemos si el Papa pensaba en él cuando lo describió, pero lo dijo en la ceremonia eucarística más concurrida de su pontificado: dividir a una sociedad, buscar separar, enfrentar a unos contra otros, es ser “el padre de la mentira”.

Qué bueno que lo dijo precisamente ahí, en Ecatepec, donde a los pobres que no votan por López Obrador se les acusa de “borregos” y “manipulados”.

De hecho en todo el país hemos visto cómo los que no están con López Obrador son satanizados como corruptos movidos por “la mafia”. Los que no votan por López Obrador son catalogados, por él y sus seguidores, como pirrurris manejados por “una mano negra” o vendidos por unos pollos, un chivo o unos patos.

¡Ah!, pero si se acercan a él (con minúscula), sus pecados quedan exonerados. López Obrador es el “padre de la mentira” dibujado por Francisco ayer en Ecatepec.

Sólo le faltó llamarlo por su nombre cuando definió el pecado de la vanidad que lacera a la sociedad mexicana: “La vanidad, esa búsqueda de prestigio en base a la descalificación continua y constante de los que ‘no son como uno’”.

Ya sabemos cómo López Obrador, “el padre de la mentira”, descalifica toda iniciativa que no venga de él o de sus seguidores. Nada acepta si no es suyo. Está en contra de todo porque no lo propone él. Y él no propone nada, más que descalificar al otro.

Ya sabemos cómo descalificó a los medios de comunicación porque prestaron más atención a la agonía de Juan Pablo II que a sus discursos.

Ojalá que López Obrador, que es creyente (no católico), y que es un líder social importante, entienda el mensaje del Papa Francisco y deje de dividir a la sociedad e inocular el odio contra quienes no piensan como él.

Los buenos son los que votan por él, y los malos son los que no lo hacen. Esa intolerancia debe terminar. Sólo genera división y odio.

Los que escriben en favor suyo son “periodistas independientes”, sus críticos son “vendidos”.

¿No podemos convivir sin odiarnos? ¿No podemos pensar diferente y que nuestra pluralidad enriquezca al país, en lugar de descalificarnos?

Muy afortunado fue también el señalamiento de Francisco a la cúpula de la Iglesia mexicana que se ha distinguido por su cercanía con el poder político y económico. Desayunan, comen y cenan en la mesa de los poderosos todos los días. Habló del narco y la corrupción.

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