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¿Formar autómatas o personas?

Para Confucio, la educación era crucial. Basándose en sus propias vivencias, él entendía que pensar de manera crítica era el camino para auto-cultivarse.

Conseguirlo incluía ciertos pilares, tales como conocer el pasado para aprender sobre resolución de problemas, acompañado de algunos rituales que pulían al hombre, de la misma manera que un artesano pule las piedras hasta convertirlas en joyas. Esto último, con el fin de que el carácter moral del individuo lograra alcanzar más virtud. Un ser cultivado podía responder a cada circunstancia pensando por sí mismo.

Así, el estilo de enseñanza de Confucio no se caracterizaba por respuestas múltiples, entre las cuales se escoge o adivina la correcta, sino que proponía preguntas abiertas que demandaban una explicación y pedían al estudiante llegar de forma libre a sus propias conclusiones.

Entonces, la función de la educación no era crear autómatas que sabían escribir y marcar con una “x” aquí o allá, y quienes, una vez egresados, podían ejercer una labor específica. La función principal de la educación era sembrar en el corazón de la gente REN, una cualidad tan esencial como difícil de cultivar.

Esta palabra ha sido traducida como bondad o compasión, entre otros significados, pero expertos en la actualidad la entienden como humanidad. Todos los principios de Confucio están ligados a esta noción. Por ejemplo, la justicia con REN no es duro castigo, sino humana y benevolente. El saber con REN no es ser inteligente, sino sabio.

Todo niño, por el hecho mismo de ser persona, alberga en sí mismo el REN. Por lo tanto, no es una meta o una disciplina. Es una manera empática de interactuar con la vida y el resto de la gente. Manejar cada interacción desde ese espacio se logra con aprendizaje, pero no el aprendizaje que acumula conocimientos (como ¿cuál es la capital de Haití?), ni el conocimiento que se internaliza cuando se aprende una habilidad (como escribir en letra cursiva, por ejemplo).

No. Aquí el filósofo plantea que el conocimiento es requerido para construir nuestro carácter. O sea, para pulirnos hasta convertirnos en seres que actuamos siempre con humanidad hacia los demás.

La sociedad florece cuando cada uno de sus miembros cultiva el REN, creando un mundo más armonioso y feliz a nivel colectivo. Nunca se llega al final del REN, y es una práctica/estado que morimos sin dominar cien por ciento. No obstante, es una aspiración constante. Esa aspiración se ha perdido de vista muchas veces cuando hablamos de educación escolar.

De ahí que, los salones de clases se estaban convirtiendo en terrenos minados por el acoso escolar, acoso cibernético, sexismo, violencia, drogas, racismo entre otras tantas vicisitudes. Y es gracias al COVID-19 que ahora nos detenemos a explorar este campo con mayor calma y nos preguntamos, 2.500 años después de Confucio: ¿cuál es la verdadera función de la educación en estos tiempos? ¿Estamos formando personas nobles, cultivadas y capaces de pensar por sí mismas o creando autómatas?

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