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Maestros: Déficit y alternativas

Las escuelas privadas emplean personal en ruta alterna al magisterio o sin el título de una facultad de educación. Curiosamente, es un dato que algunos grupos han empleado para demonizar la educación ofrecida por estas escuelas, culpándolas de ser negligentes.

La falta de maestros es uno de los tantos retos que enfrenta la educación escolar (K-12). Las facultades de educación no producen graduados en un número lo suficientemente alto para suplir todas las plazas disponibles. A fin de contrarrestar el déficit, los distritos escolares han creado alternativas para acceder al puesto de maestro.

Con una especie de permiso temporal, un egresado de una carrera que no es la educación (por citar un caso) podría ejercer el profesorado, al tiempo que toma las materias correspondientes para capacitarse de manera formal. Esta opción le permite al sistema suplir con mayor rapidez la enorme necesidad de personal docente.

En algunos casos, los distritos recurren a reclutar maestros de otras ciudades atrayéndolos con un paquete de compensación más competitivo. Aunque esta idea le resuelve el problema al mejor postor, es solo una solución a medias porque se lleva los maestros de los distritos escolares con menos recursos, dejándolos en peor estado del que ya se encontraba. Al quitarle la ropa a un santo para vestir a otro, no se soluciona el problema general, únicamente se resuelve la situación local.

En ciertos estados, como Nevada, cada año escolar inicia con un déficit de 700-900 maestros, por lo que el Clark County School District ha optado por reclutar fuera del país. Así, se le han ofrecido visas de trabajo a profesionales de la educación de Filipinas, entre otros países donde existe una población universitaria con dominio del inglés como segunda lengua. El experimento ha tenido sus baches, en parte por el elemento de choque entre ambas culturas, pero también ha tenido sus éxitos.

Además, se ha recurrido incluso a la práctica de dotar a los dreamers con permisos de trabajo, siempre y cuando quieran entrar a estudiar, y luego a ejercer, el magisterio. La propuesta huele un poco a soborno, pero en tiempos desesperados se necesitan disposiciones en igual medida desesperadas. Ojalá que la preparación y el permiso de trabajo vengan de la mano con una verdadera vocación de servicio. Los resultados están por verse.

Otra manera de mantener un flujo constante de maestros es a través de un programa que recluta a jóvenes recién egresados de las universidades. La organización laica más conocida en esta labor es Teach for América (TFA). Entre los reclutados de TFA, que he tenido el placer de conocer, noto que lo que les falta en horas de preparación académica formal, les sobra de pasión y corazón.

Para estos muchachos y muchachas también hay un elemento de choque cultural. Un gran porcentaje de candidatos de TFA proviene de estratos socioeconómicos acomodados. Cuando los envían a trabajar en escuelas localizadas en los barrios más deprimidos de los cascos urbanos, para ellos es un despertar repentino a otra “américa”, una que he escrito en minúscula porque es una nación triste y desgarrada.

Entonces, para recapitular, las escuelas gubernamentales están repletas de personal en ruta a/o sin capacitación formal en el magisterio, y eso es aceptable, pero ¿no lo es para una escuela no-gubernamental? ¡Menuda paradoja!

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