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PRI y PAN pavimentan el camino a AMLO

Lo que faltaba para hacer ganar a AMLO: un duelo a muerte entre PRI y PAN.

Aquí aplica como nunca la sentencia de los antiguos griegos: “los dioses ciegan a quienes quieren perder”.

Desde el PRI se lanzan al cuello del PAN, específicamente contra el gobierno de Felipe Calderón.

Y en el PAN declaran al PRI como su enemigo público número uno.

¿Dónde van priistas y panistas con este pleito sin retorno y que parece a muerte?

César Camacho Quiroz acusó a la familia Calderón de enriquecerse al amparo del poder.

¿Ah sí? ¿Y por qué no los castigaron?

Al PRI no le queda acusar a los panistas de corrupción, luego de ver a los calígulas que todavía gobiernan estados ricos (y pobres) de la nación.

Además, ¿no era el PRI el encargado de sancionar la corrupción panista, donde la hubiere?

En el umbral del cuarto año de gobierno se les ocurre atacar al pasado. Fuera de tiempo. Y con una calumnia como es la del exlíder priista.

Del otro lado del tablero, un gobernador electo del PAN, Javier Corral, declaró que “se acabó la época del PRIAN y no hay que darle una gota de oxígeno a este gobierno”.

¿Ni una gota? ¿Que se hunda, y con él México, como quiere AMLO?

Es evidente que el gobierno atraviesa por problemas serios. Pero hundirlo sólo fortalece al enemigo del proyecto de país que, con distintos énfasis y velocidades, han impulsado el PRI y el PAN.

El hígado manda en el PAN. La soberbia por sus victorias sobre el PRI les impide ver dónde está el que les puede ganar y, con ello, borrar todo lo que han logrado en décadas para México.

Lo mismo en el caso del PRI, donde ven al que los venció en junio como el enemigo mortal.

En democracia no hay muertos: se gana y se pierde, como han experimentado PRI y PAN.

Mortal sería para el PRI que ganara AMLO, pues le comería las bases como hizo en el Distrito Federal, y la democracia dejaría de ser lo que es.

El PAN no es el enemigo del proyecto de país que han impulsado las administraciones priistas desde Miguel de la Madrid hasta Enrique Peña Nieto.

Ni el PRI ha sido el adversario de los gobiernos panistas.

Al contrario, todas las grandes decisiones desde 1988 a la fecha se han tomado con los votos aliados del PRI y el PAN en el Congreso.

Unos eficientes, otros malos y algunos mediocres, pero con los gobiernos que hemos tenido desde 1988 México ha cambiado: es un país democrático, con inflación controlada, economía abierta, Banco Central autónomo, sin monopolios, Comisión Nacional de Derechos Humanos independiente, prensa libre y creciente fiscalización ciudadana sobre los actos de gobierno.

Obviamente debemos mejorar porque la desigualdad es intolerable y los resultados son insuficientes en economía y en seguridad, pero eso no se va a conseguir tirando por la borda lo que hemos alcanzado.

Regresar al modelo populista de la docena trágica previa a 1982 sería una catástrofe nacional. Veámonos todos los días en el espejo de Venezuela, para medir hasta dónde podemos caer.

Y esa posibilidad está a la vuelta de la esquina.

Unos cegados por la victoria, otros ofuscados por la derrota, no lo entienden así en el PAN ni en el PRI.

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