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¿Se colará Maduro en la Cumbre de las Américas?

El dictador venezolano Nicolás Maduro anunció que asistirá a la Cumbre de las Américas del 13 de abril en Perú “llueva, truene o relampaguee”, a pesar de la decisión del gobierno peruano de retirarle su invitación a la reunión del presidente Trump –si es que va– y otros 32 jefes de estado. Pero sería un gran error permitir que Maduro se cuele en la fiesta.

Parece un tema trivial, pero no lo es. La decisión de Perú –avalada por los 14 países del Grupo de Lima– de retirarle la invitación a Maduro fue una medida inusualmente dura bajo los estándares diplomáticos regionales.

La Cumbre de las Américas, que se celebra cada tres o cuatro años, es la única cumbre del continente a la que asisten los presidentes de Estados Unidos y los demás países democráticos de la región.

Maduro podría querer aprovechar la ocasión para organizar un gran show político justo una semana antes de las elecciones presidenciales del 22 de abril en su país, que han sido denunciadas por el Grupo de Lima –incluyendo México, Brasil y Argentina– como una farsa. Maduro ha encarcelado o proscripto a los principales líderes de la oposición, y se ha negado a designar autoridades electorales independientes y a permitir observadores internacionales creíbles.

Algunos diplomáticos latinoamericanos especulan que Maduro no tiene nada que perder yendo a Perú. Si el gobierno peruano revierte su decisión y le permite asistir a la cumbre, lograría su objetivo de salir en la foto junto con presidentes democráticos, y desvirtuar la noción de que es una persona non grata en la región.

Por otro lado, si no puede entrar en la cumbre pero de alguna manera logra volar a Perú, podría tratar de liderar una “Cumbre de los Pueblos” en las calles y tratar de capitalizar el sentimiento anti-Trump en América Latina. La cumbre paralela contra el ex presidente George W. Bush durante la Cumbre de las Américas de 2005 en Mar del Plata, Argentina, se llevó buena parte de los titulares en ese momento.

Maduro podría tratar de ingresar a Perú a bordo del avión presidencial del dictador cubano Raúl Castro, o del autócrata boliviano Evo Morales. Tanto Cuba como Bolivia ya han exigido que se le permita a Maduro estar en la cumbre.

Por cierto, es algo contradictorio que los países latinoamericanos le retiren la invitación a Maduro por haber roto las reglas democráticas, y al mismo tiempo reciban a Castro, quien no ha permitido una elección libre en casi seis décadas.

Las autoridades peruanas dicen que eso se debe a que, según las normas de la Cumbre de las Américas, los participantes deben tomar medidas contra los países cuando existe un “deterioro” de la democracia. Ese ha sido el caso de Venezuela, mientras que en Cuba ha habido un ligero movimiento hacia las reformas económicas, afirman.

Es un argumento muy endeble. Pero, bueno, no le quitemos mérito a Perú y ni a la decisión del Grupo de Lima de no invitar a Venezuela a la Cumbre de las Américas.

Si tuviera que apostar, diría que Maduro no irá a Lima. En 1980, el dictador chileno Augusto Pinochet enfrentó una situación similar, cuando el gobierno de Filipinas le retiró la invitación a visitar ese país durante un viaje a Asia. Al igual que en el caso de Maduro, un grupo de países asiáticos respaldaron la decisión de Filipinas, y el dictador chileno decidió cancelar su visita.

Es cierto que Maduro, Castro y Morales podrían optar por hacer una cumbre paralela en Lima, como la de Mar del Plata. Sin embargo, las cosas han cambiado desde el 2005. Venezuela está en bancarrota, y –a diferencia de lo que ocurrió cuando el fallecido presidente Hugo Chávez fue a Argentina– Perú le ha dicho a Maduro que no es bienvenido en el país.

Maduro probablemente se quedará en casa, dirá que el “imperio” quiere invadir a Venezuela, e invocará el principio de “no interferencia” en los asuntos internos de su país. Pero los demás países deberían invocar el principio de la “no indiferencia” ante el drama humanitario de Venezuela, y dejarlo fuera de esta reunión supuestamente exclusiva para países democráticos.

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