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Una misma talla no sirve a todos los niños latinos

En este mes que celebramos la Hispanidad, queremos aplaudir la labor que las madres hispanas están haciendo en pos de avanzar la educación de sus hijos. En la mayoría de hogares de habla hispana, es mamá quien se ocupa de los quehaceres escolares de sus hijos e hijas. Y son ellas las que están (casi siempre) hablando con las maestras, abriendo las mochilas, indagando sobre la conducta de los niños y buscando soluciones para los retos que la vida escolar les supone. ¿Quién conoce a un niño mejor que su madre?

La madre observa, cuestiona, aboga, pelea y decide por el bienestar de su familia y para que su descendencia florezca y prospere. Mi madre es una esas que no aceptaba un no como respuesta. Entendía que el mayor tesoro que podía dejarnos era una buena educación. Y por eso movió cielo y tierra para que mi hermana menor y yo pudiéramos asistir a escuelas de alta calidad. No solo le importaba que pudiéramos aprender a leer y a escribir, sino que aprendiéramos aquellos valores que forman los pilares de un ser humano capaz de sentir humanidad y vivir con respeto, amabilidad y un claro compás moral.

De no haber sido por las carreras de mi madre, jamás hubiera podido acceder al nivel de formación que recibí y cuya función principal ha sido el abrir las puertas de muchas oportunidades profesionales y vivenciales. Debo gran parte de lo mejor de mi vida a las bases que dicha formación me regaló.

Y así como lo hizo mi mamá, en este momento hay millones de madres latinas haciendo una loable labor para asegurarse que el futuro de sus hijos esté asegurado a través de la educación.

Estas son las inconformes, las inquisidoras, las que saben que nadie viene al rescate de sus hijos con el ímpetu y la pasión que ellas lo hacen. Estas madres son las que están respondiendo en las encuestas que quieren más, que sus hijos merecen más, que el sistema tiene que dar más y que la responsabilidad de educar a cada uno de sus hijos no debe recaer sobre los hombros de un solo sistema.

De ahí que, al ser encuestadas, las hispanas junto a millenials y familias afro-descendientes dicen apoyar en cifras sobre el 70% la idea de las opciones escolares, cuyo propósito es suplir a los estudiantes de este país con una pluralidad de alternativas que se ajusten a las fortalezas y necesidades de sus niños.

El concepto no es nuevo. En estados como Wisconsin, la coexistencia de diversos modelos de opciones escolares lleva ya 30 años de implementación. En Florida, casi 20 años. No obstante, en el resto del país todavía los programas de este tipo brillan por su ausencia. En Tennessee, acaban de emitir un veredicto para anular un nuevo programa de Educacion Savings Accounts (ESA). En Nevada, el liderazgo en el poder borró del mapa una ley que data de 2015, que creó acceso universal a la libre selección de escuelas a través de ESAs.

En respuesta a la oposición sistemática del gremio que agrupa a los maestros, las madres hispanas se están movilizando para salir a votar. Su objetivo es poner en posiciones de poder a aquellos que, al igual que ellas, creen que una talla no le sirve a todos nuestros niños latinos. Así, el voto hispano, como lo fuera el voto obrero del Rust Belt, durante las elecciones de hace cuatro años, no debería darse por sentado.

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